Nuestro personaje, este gran amigo que nos ha de contar su historia, no desea hacerlo. Ha cambiado. No sabe concretamente en qué, pero percibe que ha sufrido una transformación integral. Ya no se siente bien en su cuerpo; incluso su mente se niega a reconocerlo como el que da las órdenes. No sabe que ha sucedido. Pero sabe que ya no es el mismo. Y así, tan a disgusto no es capaz de armar una breve síntesis de lo que fue su vida. Sólo exclama una & otra vez: ¡Cuánto desamparo! Esa es su vida. Se siente como un erizo atropellado en el medio de la carretera, con su cuerpo redondo e intacto todavía, la cabeza aplastada en el asfalto… & nadie para, & nadie se baja a enterrarlo ¿Por qué corren tanto… a dónde van? Y vuelven a pasar otra vez. Y lo dejan ahí, sin ni siquiera dedicarle esa mirada de compasión, lo bien que le sentaría a él ¡Todo es tan extraño! ¡Y no encuentra su sitio! Y la gente… ¿Qué mierda pasa con la gente? ¿Qué es esto? Pero se acuesta, duerme, se despierta de nuevo, levanta la cabeza ¡Que sorpresa!… todo vuelve a estar en su sitio. Tiene ganas de vivir, de soñar, deseos de cumplir esos deseos que no ha cumplido, la sonrisa aparece de nuevo, levanta la cabeza, ve que en el cielo hay unas nubes maravillosas, baja la cabeza, a su lado existen personas, algunas lo quieren. Él también. Esta tarde decide mirar un mapa, mirarse en el espejo. Cena con ella, la besa a fondo, se pierde dentro. Y vuelve la oscuridad. Y ya no sabe que hacer, & ya no sabe que pensar, quizás mañana todo cambie, ¿Y si no cambia… y si cambia? Ya no le importa, todo se ha reducido a un continuo y si… y si… ¿y si me tiro? Y se tira. Pero antes de llagar, cambia de opinión. Tanto cambio lo va a matar.
miércoles, 20 de enero de 2010
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